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jueves, 23 de febrero de 2012

La cruz en el pecho



Tengo la costumbre de andar con una pequeña cruz de madera en el pecho. Amo esta cruz porque Jesucristo salvó al mundo por este signo. Además, como hermano-religioso y ministro de la Iglesia Católica, quiero mostrar así mi entrega total a Jesús, mi Maestro. 

Pero pasa, a veces, que cuando me ven los hermanos evangélicos con esta cruz en el pecho, comienzan a criticarme y me echan en cara que así estoy crucificando a Cristo; otros me dicen que soy idólatra, y que soy un condenado con el patíbulo pegado en el pecho; y por último no faltan los que hasta me quieren prohibir hacer la señal de la cruz o persignarme. 

No entiendo por qué algunos se ponen tan fanáticos, o por qué se escandalizan frente a una cruz colgada en el pecho... 

Bueno, no importa lo que piensan ellos de mí, pero sigo llevando esta cruz en el pecho porque es para mí un símbolo de la fe que llevo en mi corazón, esta fe en Cristo crucificado y resucitado. 
A los que piensan que soy idólatra les recomiendo que lean atentamente la carta que escribí acerca de los verdaderos ídolos de este mundo moderno. 

Ahora, queridos hermanos, les voy a hablar sobre la grandeza de la cruz de Cristo, y cómo el Señor invitó a sus verdaderos discípulos a cargar su cruz y seguir sus pasos. Ojalá que tengan la paciencia de consultar todos los pasajes bíblicos que les voy a citar. Creo sinceramente que nuestros hermanos evangélicos, al no leer toda la Biblia, sólo por ignorancia llegan a prohibir estas cosas.

 
La cruz de Jesucristo 

Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria, primero para Cristo, y luego para los cristianos. 



 
El escándalo de la Cruz

«Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos» (1Cor. 1, 23). Con estas palabras, el apóstol Pablo expresa el rechazo espontáneo de todo hombre frente a la cruz. 

En verdad uno se pregunta: «¿Cómo podía venir la salvación al mundo por una crucifixión? ¿Cómo puede salvarnos aquel suplicio reservado a los esclavos? ¿Cómo podría venir la redención por un cadáver, por un condenado colgado en el patíbulo, por una muerte tan cruel como la de un malhechor?... ( Deut. 21, 22; Gal. 3,1). 
 
Cuando Jesús anunciaba su muerte trágica en la cruz a sus discípulos, ellos se horrorizaban y se escandalizaban. No podían tolerar el anuncio de su sufrimiento y de su muerte en la cruz (Mt. 16, 21; Mt. 17, 22). 
 
Así, la víspera de su pasión, Jesús les dijo que todos se escandalizarían a causa de El. (Mt. 26, 31). Y en verdad, a raíz de una condena injusta, Jesús fue crucificado y murió en forma escandalosa.

 
El misterio de la Cruz 

Jesús nunca dulcificó el escándalo de la cruz, pero sí nos mostró que su crucifixión ocultaba un profundo misterio de vida nueva. El camino de la salvación pasó por la obediencia de Jesús a la voluntad de su Padre: «Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil. 2, 8). Pero esta muerte fue «una muerte al pecado». A través de la debilidad de Jesús crucificado se manifestó la fuerza de Dios (1Cor. 1, 25). Si Jesús fue colgado del árbol como un maldito, era para rescatarnos de la maldición del pecado (Gál. 3, 13). Su cadáver expuesto sobre la cruz permitió a Dios «condenar la ley del pecado en la carne» (Rom. 8, 3). 
 
Además, «por la sangre de la cruz» Dios ha reconciliado a todos los hombres (Col. 1, 20), y ha suprimido las antiguas divisiones ente los pueblos causadas por el pecado (Ef. 2, 14-18). En efecto Cristo murió «por todos» (1Tes. 5, 10) cuando nosotros aún éramos pecadores (Rom. 5, 6), dándonos así la prueba suprema de amor. (Jn. 15, 13 y 1Jn. 4, 10). Muriendo «por nuestros pecados» (1 Cor. 15,3 y 1 Ped. 3,18), nos reconcilió con Dios por su muerte (Rom. 5, 10), de modo que podemos ya recibir la herencia prometida (Heb. 9, 15). 

 
La cruz, elevación a la gloria 

La cruz se ha convertido en un verdadero triunfo por la Resurrección de Cristo. Solamente después de Pentecostés, los discípulos, iluminados por el Espíritu Santo, quedaron maravillados por la gloria de Cristo resucitado y luego ellos proclamaron por todo el mundo el triunfo y gloria de la cruz. 
 
La cruz de Cristo, su muerte y resurrección han destruido para siempre el pecado y la muerte. El apóstol Pablo nos canta en un himno triunfal: 

«La muerte ha sido destruida en esta victoria.
Muerte ¿dónde está ahora tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado.
Pero, gracias sean dadas a Dios,
que nos da la Victoria
por Cristo Jesús
Nuestro Señor»
(1 Cor. 15, 55-57)

Escribe también el apóstol San Juan: 

«Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto (signo de salvación en el Antiguo Testamento), así también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo aquel 
que crea, tenga por El vida eterna» (Jn. 3, 14-32). 
 
Y dijo Jesús: «Cuando Yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn. 12, 32). 
La suerte de Cristo crucificado y resucitado será, entonces, la suerte de los verdaderos discípulos del Maestro.

La cruz de Cristo y nosotros 

En aquel tiempo Jesús dijo: «Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mt. 16, 24). Eso quiere decir que el verdadero discípulo no sólo debe morir a sí mismo, sino que la cruz que lleva es signo de que muere al mundo y a todas sus vanidades (Mt. 10, 33-39). Además el discípulo debe aceptar la condición de perseguido, perdonando, incluso, al que quizá le quite la vida (Mt. 23, 34). Así para el cristiano llevar su cruz y seguir a Jesús es signo de su gloria anticipada: «El que quiere servirme, que me siga, y donde Yo esté, allá estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará honor» (Jn. 12,26). 

El cristiano lleva una vida de crucificado

La cruz de Cristo, según el apóstol Pablo, viene a ser el corazón del cristiano. Por su fe en el Crucificado, el cristiano ha sido crucificado con Cristo en el bautismo, y además ha muerto a la ley del Antiguo Testamento para vivir para Dios. 
 
«Por mi parte, siguiendo la ley, llegué a ser muerto para la ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2,19-20). 
 
Así el cristiano pone su confianza en la sola fuerza de Cristo, pues de lo contrario se mostraría «enemigo de la cruz». «Porque muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo» (Fil. 3, 18). 

La Cruz, título de gloria del cristiano

En la vida cotidiana del cristiano, «el hombre viejo es crucificado» (Rom. 6, 6) hasta tal punto, que quede plenamente liberado del pecado. El cristiano diariamente asumirá la sabiduría de la cruz, se convertirá, a ejemplo de Jesús, en humilde y «obediente hasta la muerte y muerte de cruz». 

No debemos temer llevar una cruz en el pecho ni menos colocar un crucifijo en la cabecera de nuestra pieza. Sí debemos temer «la apostasía» o la traición a la verdadera religión que sería lo mismo que crucificar de nuevo al Hijo de Dios (Heb. 6, 6). 
 
El verdadero cristiano con la cruz en la mano debe exclamar: «En cuanto a mí, quiera Dios que me gloríe sólo en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál. 6, 14). 

Consideraciones finales

1. En la cruz de Cristo encontramos como un compendio de la verdadera fe cristiana y por eso el pueblo cristiano con profunda fe ha encontrado miles y miles de formas para expresar su amor a Cristo crucificado. Espontáneamente la religión del pueblo ha reproducido por doquier, en pinturas y esculturas, cruces de distintas formas. El creyente ha colocado cruces sobre los cerros, en el techo de sus casas, etc. el cristiano se persigna para proclamar su fe en la gloria de Cristo; el discípulo fiel se coloca la cruz en el pecho para anunciar la fe que lleva en el corazón... 

2. Estas expresiones populares no son de ninguna manera idolatría como pretenden algunos hermanos evangélicos. Es realmente una auténtica expresión de fe y de amor a Cristo que murió por nosotros. ¡Qué hermoso cuando uno entra en una familia cristiana y ve cómo la cruz de Cristo tiene un lugar privilegiado en el hogar! ¡Qué profunda fe se expresa cuando un cristiano hace, con sentimientos de reverencia, la señal de la cruz! Es muy fácil y barato burlarse de estas expresiones populares de fe. Pero tales ironías son faltas graves al respeto y al amor al prójimo, tales burlas son simplemente signos de una atrevida ignorancia. 

3. Y ¿qué decir de la cruz en el pecho? Si alguien -sacerdote, religiosa o laico- lleva una cruz en el pecho con fe y amor, con sentimientos de reverencia, nadie tiene el derecho de reírse de esta persona. ¿Quién eres tú para juzgar y criticar los auténticos sentimientos religiosos del pueblo? Sólo Dios sabe escudriñar lo más íntimo de nuestros corazones. 

4. Por último, una palabra acerca del crucifijo. Cuando sobre la cruz se coloca la imagen de Cristo, llamamos al conjunto «crucifijo». No se adora el madero, sino que el cristiano ve a Cristo muerto en ella. Tener un crucifijo no es ninguna idolatría. Es un signo de amor a Cristo. 

Nunca la Iglesia ha enseñado a adorar cruces, sino a adorar a Cristo que en ella murió. Sí, la Iglesia nos invita a venerar estos signos de fe. También nos enseña la Iglesia que nadie debe llevar una cruz en el pecho si no tiene al menos la intención sincera de seguir las huellas de Jesucristo. Menos debemos llevar una cruz como un simple amuleto o como un adorno para lucirse. 

El amor al Señor que murió en la cruz hace que frecuentemente se hayan hecho crucifijos de materiales preciosos, pero en nuestros días la Iglesia vuelve a preferir un crucifijo simple y rústico, más realista y expresivo. 

Queridos hermanos, éstas son las razones por las que nosotros los católicos veneramos y honramos la santa Cruz con sumo respeto. Y cuando nosotros llevamos una cruz en el pecho, siempre debemos acordarnos de las palabras del apóstol San Juan:

«En cuanto a mí,
no quiere Dios que me gloríe
sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo». (Gál. 6, 14).
«Que nadie, pues, me venga a molestar.
Yo, por mi parte, llevo en mi cuerpo
las señales de Jesús»

(Gál. 6, 17).



(fuente: es.catholic.net)

Miércoles de Ceniza: comienzo de la Cuaresma



Hoy iniciamos la Cuaresma con los ritos simbólicos propios y exclusivos del Miércoles de Ceniza:

1. La procesión penitencial, que simboliza la peregrinación personal y comunitaria de conversión y renovación espiritual;

2. La imposición de la ceniza, que quiere significar la llamada a corresponder con sinceridad de alma, y la coherencia de obras. La Cuaresma es un tiempo de purificación —tal como lo manifiesta su color litúrgico— y toda ella está orientada al misterio de la Redención.

Como camino de auténtica conversión y de preparación espiritual más intensa para celebrar la Pascua, la liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor: la oración, el ayuno y la limosna. En realidad, toda la vida cristiana es un itinerario sin pausa, en el que debemos usar esos tres "recursos".

—Morir a sí mismo para vivir en Dios es el itinerario ascético que todos los discípulos de Jesús están llamados a recorrer con humildad y paciencia, con generosidad y perseverancia.

* Texto elaborado a partir de textos de Benedicto XVI (Master evangeli.net).

La cuaresma y Semana Santa


 Los católicos celebramos en estos días ¨LA
CUARESMA Y LA SEMANA SANTA¨. 
Recordamos la pasión y muerte de Jesús .


- ¿Sabes? Lo más importante en estos días de
Cuaresma es que te ¨CONVIERTAS¨.


¿ Y qué significa convertirse ? Convertirse
es ¨cambiar¨, luchar por quitarte lo malo, lo que ofende a Dios . Convertirse es también tratar de ser cada día mejor en todo lo que haces.
¿QUÉ ES EL MIÉRCOLES
DE CENIZA?

- La CUARESMA empieza el MIÉRCOLES DE CENIZA ; este día vamos a la Iglesia para que el Padre nos haga con ceniza una cruz en la frente y diga ¨Conviértete y cree en el Evangelio ¨ .
¿ Por qué hacemos ésto los católicos ?
- Esta costumbre es para recordarnos que todos algún día hemos de morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
- Esto también significa que todo lo ¨material ¨, como nuestra casa, la comida y las cosas que
tenemos, se acaba, y lo único que nos llevamos de este mundo es ¨ LO BUENO Y LO MALO QUE HAYAMOS HECHO ¨ en nuestra vida.
¿ QUÉ ES LA CUARESMA ?
En la cuaresma recordamos los 40 días que Jesús pasó en el desierto rezando y sin comer para prepararse antes de salir a predicar.
- Cada año Dios te ofrece la Cuaresma como un tiempo especial para tres propósitos:
1) Arrepentirte de tus pecados
2) Hacer penitencia.
3) Convertirte.
1) ARREPENTIRTE DE TUS PECADOS :
- Es tiempo de pensar:
¿ Qué pecados he cometido ?
- Que de verdad te duela haber ofendido a Dios que ha sido tan bueno contigo.
Es tiempo de arrepentirse y pedir perdón.
- Si tus faltas son pequeñas, basta con que tú solo le pidas perdón a Dios y le digas que vas a luchar duro para no volverlo a hacer.
- Si tus faltas son graves, debes hacer una
CONFESION ; busca al Sacerdote, él es
quien puede darte el perdón de Dios.
- Recuerda que Dios te ama muchísimo y que
siempre te perdona.
2) HACER PENITENCIA :
- Si de verdad te duele haber ofendido a Dios, puedes REPARAR tus faltas, puedes purificar tu alma haciendo sacrificios.
¿ Qué es hacer un sacrificio ?. Es ofrecer a Dios , porque lo amas, cosas 
que te cuesten trabajo, como por ejemplo:
no comer algo que querías, ayudar a otro en su trabajo, ser amable con el que te cae gordo,etc. Cada uno escoge lo que más le cueste.
- En estos días de cuaresma piensa cada mañana:
¿ Qué sacrificio voy a ofrecer hoy a Dios ?

3) CONVERTIRTE :
- Convertirte es cambiar. Dejar de una vez por todas lo malo y buscar ser mejor.
¡ Si quieres cambiar, ahora es cuando !
Para cambiar de verdad, es muy importante que hagas buenos propósitos, que pienses cuales cosas concretas quieres cambiar y luego, cada noche, revises si cumpliste, verás como vas mejorando. 
- Reza mucho... pídele a Dios su ayuda para cambiar. ¡ Con la ayuda de Dios, puedes lograr cualquier cosa !
AYUNO Y ABSTINENCIA : 
- Durante la Cuaresma, la Iglesia nos pide dos sacrificios especiales : 
1) AYUNAR --- es decir, hacer una sola comida fuerte al día , el miércoles de ceniza y el viernes santo.
El ayuno obliga a todas las personas de 18 a 59 años.
2) GUARDAR ABSTINENCIA --- es decir, no comer carne todos los viernes de cuaresma. 
El no comer carne puede sustituirse por un sacrificio todo los viernes de cuaresma.
La abstinencia obliga desde los 14 años.

¿QUÉ ES SEMANA SANTA?
- Al final de la cuaresma los católicos celebramos la Semana Santa, en la que recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
- La Semana Santa comienza con el DOMINGO DE RAMOS, este día recordamos cuando Jesús entró a Jerusalén y todo el pueblo lo alabó como Rey. Este día, los católicos llevamos palmas a la Iglesia , como los judíos en tiempo de Jesús, para que las bendigan.

EL JUEVES SANTO :
- El jueves de la Semana Santa, recordamos el día que Cristo tuvo la ULTIMA CENA con sus apóstoles. Esta cena es muy importante porque en ella Jesús,como sabía que iba a morir, quiso hacer algo para poder quedarse para siempre con los hombres. 
¿ Y cómo hizo ésto ? 
Dejándonos LA EUCARISTIA, o sea la COMUNION . Entonces, cada vez que comulgamos, Cristo que está en la hostia, entra en nuestra alma.
EL VIERNES SANTO :
- Después de la última cena, Jesús fué a rezar a un monte que se llamaba de los Olivos y allí lo tomaron preso. 
- Después lo interrogaron, lo azotaron, le pusieron una corona de espinas, se burlaron de El y finalmente le clavaron en una cruz y murió.
- ¡ Cuánto habrá sufrido ese día Nuestro Senor! ¿Por qué El, siendo el hijo de Dios, quiso pasar todo este sufrimiento? Sólo por el grandísimo amor que te tiene a ti y a cada uno de los hombres; para perdonarte tus pecados y para que pudieras salvarte.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
- Después de su muerte, Cristo fué sepultado y al tercer día RESUCITÓ. Este domingo de resu-rrección es el día más importante de la Semana Santa, es el día de más alegría para nosotros los católicos.
- ¡ Cristo ha triunfado sobre la muerte! ¿ Y qué logró con ésto ? Abrir de nuevo las puertas del cielo, o sea que al morir, podamos salvarnos y vivir por siempre felices en compañía de Dios.

PROPÓSITO DEL MES :
Queremos invitarte a seguir estos propósitos la Semana Santa, para acompañar y mostrar tu amor a Jesús.En la portada del folleto viene un racimo de uvas; ilumina cada uva según vayas cumpliendo los propósitos.
LUNES --- Leer este folleto en familia.
MARTES --- Leer en la Biblia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
MIÉRCOLES --- Pensar en mis defectos y en cómo mejorarlos.
JUEVES --- Dar gracias a Jesús por dejar nos la Comunión. Comulga.
VIERNES --- Visitar la Iglesia para acompañar a Cristo en su dolor.
SÁBADO --- Hacer un sacrificio especial.
DOMINGO --- Estar felices.Festejar en familia que Cristo ha resucitado.


Fuente: laverdadcatolica.org

Lugares donde se pueden adquirir los libros de Religión tanto de Primaria como de Secundaria


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A Fines de año 2011, la Oficina Diocesana de Educación Católica de la Prelatura de Yauyos, hizo la convocatoria para la presentación del nuevo texto que se aplicará en esta Circunscripción para el año lectivo 2012. Cabe señalar que los docentes de Primaria, un buen grupo han participado en la capacitación de los nuevos textos en este año 2012. La mejor forma de prepararnos para el año de la Fe es tener el texto, alumnos y Profesor. Además este año 2012 el Concurso de Religión se llamará " AÑO DE LA FE".


EN EL DISTRITO DE MALA

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Apdo. 69

viernes, 10 de febrero de 2012

Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2012


 «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24) es el lema elegido elegido por el Papa para la Cuaresma 2012, que comienza el  22 de febrero, miércoles de ceniza

Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
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Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25).

Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.


1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.


El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».

También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).


La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.


Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.


Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.


Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.


Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).


Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP. XVI

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PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA RESALTA QUE LA IGLESIA CATÓLICA SIEMPRE DEFENDERÁ LA VIDA

* Palabras de Monseñor Salvador Piñeiro, en entrevista a medio de comunicación católico internacional

En una entrevista concedida a un medio de comunicación católico, el Arzobispo de Ayacucho y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), Monseñor Salvador Piñeiro García-Calderón, destacó qua la Iglesia Católica siempre defenderá la vida y rechazará el aborto en todas sus formas. 

En el diálogo, el Arzobispo también lamentó que hoy en día hablar de fidelidad, fecundidad y de educación de los hijos en el amor "parecieran palabras de archivo" ante lo cual destacó la importancia de "anunciar la vida desde el inicio hasta el final, por eso nunca se aceptará el aborto ni la eutanasia". 

Refiriéndose al aborto terapéutico, Monseñor Piñeiro indicó que la Iglesia siempre luchará contra el aborto en todas sus formas. (…) “Sé que estoy contracorriente, más fácil para mí sería enseñar lo contrario, pero alcanzaría un aplauso barato y no sería seguidor de Jesús. Arrancar la vida es el pecado más triste, que lacera el alma, porque es quitarle la vida al inocente”, recalcó. 

Por otro lado, el Presidente del Episcopado Peruano manifestó su total rechazo al terrorismo vivido por muchos años en Perú, en tal sentido, hizo un llamado a todos los fieles a ser constructores de la paz y la reconciliación, y “anunciar la esperanza con un corazón que ame y que esté al servicio de los demás”.

jueves, 2 de febrero de 2012

PBRO. ÁNGEL MARÍN PECES RECIBIÓ EL TÍTULO HONORÍFICO DE “HIJO ADOPTIVO DE CAÑETE” POR LABOR EN BIEN DE LA NIÑEZ EN NUESTRA PROVINCIA



Un merecido reconocimiento recibió el Pbro. Ángel Marín Peces, presbítero de la parroquia San Miguel Arcángel - Algueciras, de parte de la alcaldesa de la provincia, María Montoya conde.

El reconocimiento al trabajo intenso y gratificante, por el amor y cariño demostrado en su labor pastoral, particularmente en el Proyecto: “Apadrinamiento de niños en 13 de los 16 distritos en las zonas urbanas y rurales más necesitadas de Cañete".
Este proyecto que brinda ayuda a niños y jóvenes, tiene como finalidad recibir ayuda de personas caritativas de Europa, brindando el apoyo a ciudadanos de escasos recurso económicos, quienes a pesar de las dificultades por la que atraviesan le sonríen a la vida ante el gesto altruista de personas caritativas.
Es por este motivo, mediante Resolución de Alcaldía N° 044-2012-AL-MPC, se confirió el Título Honorífico de "Hijo Adoptivo de la Provincia de Cañete", otorgándosele la "Medalla Cívica de la Ciudad" como señal de reconocimiento a su valiosa contribución y noble labor que realiza en bien de la niñez de la provincia de Cañete.
El reconocimiento se llevó a cabo en las instalaciones del Instituto Superior Pedagógica “San Josemaría Escrivá” en el distrito de San Vicente, con presencia de madres y niños beneficiarios del proyecto de apadrinamiento.

Del 3 al 5 de Febrero: 2° Cursillo de Mayores


El Seminario Menor "Nuestra Señora del Valle", avisa a todas las familias interesadas que habrá un segundo cursillo para los alumnos que deseen postular a tercero, cuarto y quinto de secundaria. Este cursillo será desde el 03 hasta el 05 de Febrero en el mismo colegio.
La hora de ingreso será a las 9:00 a.m.
La inversión para dicho cursillo es de 40.00 nuevos soles. Se pueden inscribir en su respectiva parroquia o de lo contrario en el mismo colegio el en horario de oficina, pueden llamar al siguiente número telefónico:2847655.
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Oración por las Vocaciones

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Pidamos a Dios en nuestras oraciones por el aumento y la santidad de las vocaciones sacerdotales

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